En la propuesta pedagógica de nuestro Fundador adquiere un lugar destacado la autoeducación. Me fijo en este aspecto para subrayar la importancia que tienen los contenidos de las charlas para mí, personalmente, aunque no sea educador, profesor de un colegio. Soy el educador de mí mismo, o lo debo ser.
No
es de extrañar por ello que en una jornada pedagógica como la que hemos
comenzado a leer en la semana pasada, el Padre Kentenich lo recuerde a menudo.
Por ejemplo, cuando después de definir el sentido de la educación católica – ‘el
serio esfuerzo por despertar la capacidad y la disposición de formar y dominar
la vida, en forma autónoma y por propio esfuerzo y transformarla en culto a
Dios por amor a Él’ -, explica a sus oyentes el contenido y la meta de la
jornada: desarrollar el sistema de educación adecuado.
Así
es cómo al iniciar su segunda conferencia dice:
“Por eso, antes
de desarrollar el sistema de la educación, es muy importante para el educador, tanto
para la autoeducación como para la educación de los demás, compenetrarse de
los problemas de la época actual. Entonces hablamos, por un lado, de la
situación de la época actual, y por otro, de la situación actual del alma,
porque la vida forma el alma y el alma forma la vida. La tesis acerca de la situación
de la época actual queremos formularla así: vivimos en un cambio total de
época, con las características de una catástrofe mundial.”
Al explicar los elementos de tal cambio nos recuerda
que no habla de una crisis cualquiera de la época, ni tampoco del final de los
tiempos, - este aspecto no se nos ha dado a conocer jamás -, sino de un cambio importante
en el hombre, en toda la humanidad, que llevará a una nueva situación hasta
ahora desconocida.
“Hablamos de un
cambio de época total. ¿Entendemos bien esta expresión? Lo contrario de un
cambio de época total sería un cambio de época parcial, sólo en parte. Si
escuchamos a los historiadores acerca del cambio de época de la Edad Media a la
Edad Moderna, nos daríamos cuenta de que ese fue sólo un cambio parcial, sólo
en parte. Si nos preguntamos dónde está la medida para un cambio de época, el
filósofo historiador nos contesta que está en la transformación de la
concepción del hombre. La respuesta es entonces: el cambio de época depende
del cambio de la concepción del hombre.
Cambio de la
concepción del hombre
Rápidamente
nombraremos el cambio de la concepción del hombre de la Edad Media a la Edad
Moderna. En la Edad Media el hombre era absolutamente teocéntrico. Dios se
encontraba en el centro y era el canon de su comportamiento. Todo aquello que
hoy sabemos y enseñamos acerca de la vinculación del hombre con Dios, en ese tiempo
se vivía en plenitud. Actualmente el hombre tiene una postura antropológica; al
comienzo de los tiempos modernos el hombre se puso a sí mismo en el centro y no
giró más en torno a Dios. El gran quiebre vino en la época del Renacimiento. La
perspectiva de nuestra mirada cambió totalmente: ¡Lejos de Dios, hacia el
hombre! Ahí comienza el hombre a ser el centro del mundo y la medida de todas
las casas. Sin embargo, éste es sólo un cambio parcial en la concepción del
hombre, no un cambio total. Desde la Edad Media han surgido muchas concepciones
del hombre, que hoy en su totalidad y en todas sus partes han sufrido una
profunda conmoción, de modo que tenemos que admitir que la revolución del ser
es una revolución radical, que no transige.
Evolución en la
concepción del hombre
Les puedo
enumerar rápidamente las concepciones del hombre y del mundo que han surgido
desde la Edad media. Ya dijimos que después que el hombre no giró más en torno
a Dios, comenzó a girar en torno a sí mismo, en torno a su propia cabeza. Esa
fue la concepción del conocido hombre conciencialista o intelectualista. Muy
luego la siguió el hombre economicista.
Este tipo de
hombre hizo de su estómago un Dios. No pasó mucho tiempo y el hombre
economicista fue reemplazado por el vitalista. El hombre transformó en Dios su
vida instintiva y la adoró. Estas tres concepciones del hombre llegan hasta
nuestro tiempo: el hombre intelectualista o conciencialista, el economicista y
el vitalista. Además, existe una cuarta concepción del hombre que se ha
extendido de este a oeste y cada vez gana más popularidad. Es la concepción
del hombre mecanicista o colectivista. Después que la humanidad sintió que
no era capaz de mirar por sí misma hacia Dios, según la imagen de una máquina
se constituyó a sí misma en Dios. Al hombre que se ha formado así, se le llama
hombre mecanicista.
Desde ahí en
adelante, el hombre ya no es imagen y semejanza de Dios, sino la copia de una
máquina. Así, el mundo se hizo una sola máquina y cada ser humano una parte de
esa máquina. Hasta aquí la evolución de la concepción del hombre desde la Edad
Media hasta hoy.”
En la próxima semana seguiremos conociendo el texto de
la segunda conferencia y nos preocuparemos, desde la mirada del Padre Kentenich,
por descubrir el sentido de este cambio tan profundo y lo que Dios quiere decir
con él, al mostrarnos de esta forma su voluntad para nuestra educación y para
la educación de los demás.