(Después de la elección del nuevo Papa, Francisco I,seguimos trayendo a la consideración de los lectores del Blog algunas reflexiones del Padre Kentenich (de los años 1965-1968) sobre la Iglesia después del último Concilio. Hoy continuamos con la publicación de los textos que iniciamos el miércoles, 13 de febrero de 2013.)
Una Iglesia fraternal, pobre y humilde
Una Iglesia
fraternal (…). ¿Cuál era la imagen de la Iglesia en el pasado?
Una Iglesia
enteramente autoritaria. Esto lo podemos decir ahora sin temor a que se nos
contradiga: una Iglesia regida dictatorialmente (…). Sabemos cómo Juan XXIII se
considera a sí mismo hermano de todos. Él quería ser hermano para que la
Iglesia llegara a ser fraternal (…). De este modo, se da un quiebre con una
Iglesia regida dictatorialmente. En su lugar, se acentúa el estar
fraternalmente el uno junto al otro, el actuar en común, el actuar en conjunto
de todo el pueblo de Dios (…).
La Iglesia,
así nos lo ha dicho el concilio, debe ser cada día más y más una Iglesia pobre;
una Iglesia que ama para sí misma la pobreza, que cada día toma más y más
distancia de la pompa. Pero que a la vez es amiga de los pobres, que no busca
constantemente ni mendiga la benevolencia y complacencia del Estado.
Una Iglesia
humilde (…) que confiese la propia culpa y tenga el valor de pedir perdón. Una
Iglesia, por lo tanto, enteramente diferente a la que habíamos conocido con
anterioridad. Pensemos en el actual Santo Padre (Pablo VI). Uno de sus actos
más significativos ha sido pedir perdón a otras religiones por cuanto la
Iglesia pudo haber hecho mal respecto a ellas en los siglos pasados. ¡Una
confesión de pecado! (…).
Una iglesia orientada al mundo
Hemos
destacado cómo la Iglesia peregrina se caracteriza también por su marcada
orientación al mundo (…). De acuerdo a lo que se nos enseñó, especialmente
tratándose de la generación más antigua, estábamos acostumbrados a la siguiente
formulación: el hombre está en la tierra para salvar su alma. El orden de la
salvación era visto en forma extraordinariamente individualista. Se trataba,
por lo tanto, de una relación individual con Dios.
Hoy, en
cambio, se acentúa más lo social o la orientación al mundo. Naturalmente, no
debemos pasar por encima el hecho de que la antigua forma de pensar no se
hubiese preocupado y esforzado también por la salvación de todo el mundo. Pero
se partía más bien del pensamiento: si cada uno se esfuerza por la salvación de
su alma, en último término tendremos la salvación de todos. Hoy día constatamos
una diferencia. Ya no está el yo en primer plano. Esto no quiere decir que no
deba ser tomado en cuenta; sólo digo, que no está tanto en primer plano; más
bien lo está la comunidad de los santos y el impulso hacia el mundo (…). La
Iglesia quiere poner en forma más vigorosa primariamente el
"nosotros" en primer plano; primero la comunidad, y luego el
individuo como miembro de la comunidad (…).
La Iglesia
debe ser, tal como en el cristianismo primitivo —y como siempre debiera haberlo
sido— alma de la cultura, alma de todo el mundo actual. Se debe vencer la
separación entre Iglesia y cultura, entre Iglesia y mundo. La Iglesia debe
llegar a ser alma de toda esta cultura actual, tan convulsionada y mundana; de
esta naturaleza tan influenciada por la acción del demonio (…).
¿Qué significa el imperativo: "Id por todo el mundo"? Significa dinamismo en toda su amplitud (…). No proclamamos una huida del mundo, tampoco un mundanismo o una avidez por el mundo; no nos contentamos con vencer al mundo, sino queremos que la Iglesia penetre el mundo. Debe impregnarlo hasta llegar a ser alma del mundo