Texto del Padre Fundador
Vivimos en un tiempo decididamente apocalíptico. Es algo que jamás debemos dejar de olvidar. Es útil y necesario no dejar de verlo, porque ahora vivimos nuevamente en una situación cómodamente burguesa. Es natural que la gran señal apocalíptica indique un gran tiempo apocalíptico. Nos sentimos impulsados a afirmar que probablemente no haya otra verdad, otro dogma mariano que muestre tan abiertamente a la Madre de Dios en el cielo del tiempo actual como signo apocalíptico como el dogma de la Asunción. Pues Ella fue recibida en el cielo y Ella misma resplandece como el gran signo apocalíptico. Por lo tanto no debemos engañarnos, no debemos equivocarnos al juzgar cuando se trata de analizar el tiempo actual, cuando se trata de analizar los poderes que actúan en la historia universal. ………. Les ruego que relean las alocuciones del Santo Padre (se refiere a Pio XII). En ellas insiste reiteradamente en que, en la actualidad, el demonio despliega todo su poder y su estrategia y se empeña por definir a su favor la situación. En abierta oposición aparece el gran signo, el gran poder antidiabólico. ¿Cuáles son las perspectivas de la lucha? Parece que hoy en día el demonio quiere dominar el mundo entero. Los cálculos humanos hacen temer que en un tiempo no muy lejano todo caiga víctima del colectivismo. Frente al demonio aparece el gran signo apocalíptico, la gran Vencedora de todas las batallas, como la llama el Santo Padre. …… ¡al final vencerá y triunfará, no obstante, el corazón de la Madre de Dios!
(Tomado de la primera conferencia de la “Jornada de Octubre 1950”, 16 de octubre de 1950; editada como manuscrito para la Familia de Schoenstatt por nuestras Hermanas de María, Nuevo Schoenstatt, Argentina, Págs. 37-38)
Comentario
Si invocamos a nuestra Madre y Reina del Cielo como “aurora de la mañana” es porque estamos convencidos de que pronto aparecerá en el firmamento el gran Sol que es Jesucristo. María es pues, según palabras de nuestro Padre Fundador, no sólo el signo apocalíptico en el tiempo actual sino que es además el gran signo de esperanza para los que miramos el futuro con preocupación. Es verdad que el mundo, particularmente Occidente, como decía el Padre Kentenich, “se está derrumbando porque ha abandonado y perdido su fundamento: Cristo.” Todos nosotros lo experimentamos y nos lamentamos a menudo de ello. Pero él estaba seguro, y así lo transmitía a sus hijos espirituales, que la Madre de Dios será la que devolverá a Cristo al tiempo actual. Ella, la que llevó consigo durante nueve meses al Hijo de Dios en su seno, será la que dará a luz de nuevo a Cristo en el futuro. Esta ha sido siempre su misión. El Padre Kentenich decía entonces que la Santísima Virgen quiere ser reconocida hoy conscientemente como "la gran Cristípara, la que trae a Cristo, y la que sirve a Cristo". María, el gran signo en el cielo, es por tanto un signo de esperanza. Nosotros, los hijos del Padre, que con nuestra alianza de amor nos comprometimos a ser apóstoles de María, “debemos esforzarnos por regalarle a la Madre de Dios al mundo, por consagrar las personas a la Madre de Dios.” Una devoción mariana que implica mostrar al mundo el Sol de Justicia que es Jesucristo.
Gracias. P.
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