miércoles, 26 de octubre de 2011
El santuario del corazón
Texto del Padre Fundador
Con unilateralidad orgánica, a lo largo de los años hemos venido anunciando a Dios como el “Dios de la vida”. Y ahora nos referimos al “Dios del corazón”, que es también esencial para los tiempos que corren.
Recuerden lo que declararon los astronautas rusos con tono triunfal: “No hemos encontrado a Dios en ninguna parte”. Lo han leído en la prensa y quizás les arrancó una sonrisa: Nuestro mundo está confundido en lo que hace a las cosas del espíritu ..… En un futuro lejano será un gran problema para las masas del pueblo: ¿Dónde está el cielo? Antaño nuestros abuelos se lo representaban ingenuamente: cuando llovía era porque los ángeles allá arriba derramaban la tina. El mundo está acá abajo. Se lo imaginaban todo. ¿Dónde estaba el cielo? “arriba”; “abajo” está el infierno. Hay que entender estas cosas.
Pero Dios permite que la Iglesia sea zarandeada. Esto es un serio problema para el pueblo. Nosotros quizás no sentimos la conmoción porque estamos sólidamente formados en dogmática, pero la masa del pueblo sufre esa agitación. Cuando se aplaque la tempestad, cuando se pueda reflexionar sobre la revolución ideológica que cunde por el mundo hoy, verán qué grave es la situación. ¿Dónde está en realidad el cielo? Respuesta: mi alma en gracia es el cielo para mí, es el cielo para el Dios Trino. ….. Nuestro corazón es entonces un santuario de la Trinidad. ….. ¿Qué significa entonces ser un pequeño templo de la Santísima Trinidad? Mi santuario, nuestro santuario, tiene que convertirse también en un pequeño templo de la Trinidad. Si somos un pequeño templo de la Trinidad, en nuestro corazón llevaremos a toda la Iglesia, a todo el orden salvífico. Dicho concretamente, esto significa estar habitado por la Trinidad y entregado a la Trinidad.
(Texto tomado de las Conferencias de Roma (21.11. y 22.11.1965) y recogido en el capítulo 37 – “Construyamos el Santuario” - de Kentenich reader, Tomo 2: Estudiar al Fundador, Págs. 166/167)
Comentario
La idea del “Santuario del corazón” surgió en nuestra Familia, como tantas otras cosas, como consecuencia de un proceso de vida original, que fue interpretado a la luz de la fe práctica en la Divina Providencia y que se orientó también en el orden del ser natural y sobrenatural de las personas. Nuestro Padre Fundador acogía gustoso estos procesos de vida, los interpretaba y formulaba de forma original y atrayente para la Familia. El origen del “Santuario del corazón” no fue un programa o el resultado de un planteamiento intelectual, sino el resultado de un proceso de vida religiosa creativa y original. Las experiencias habidas en los Santuarios fueron proyectadas al interior de la persona, teniendo en cuenta la verdad conocida de la presencia real de Dios en la persona humana. Podríamos considerar que en este caso la palabra “corazón” abarca la personalidad completa de la persona: “Esto quiere decir que mi alma, y con mi alma toda mi personalidad, la persona en su totalidad, está consagrada al Espíritu Santo y es habitada también por el Espíritu Santo.” Dios no está lejos, sino muy cerca de mí. "Dios es más íntimo a mí que yo mismo", escribió un día San Agustín. Por ello nuestro Fundador nos dice que el cielo está dentro de nosotros mismos. Es así como podemos asegurar que “el cielo es nuestro Santuario del corazón”.
miércoles, 19 de octubre de 2011
"Construyamos el Santuario"
Texto del Padre Fundador
En lo que atañe a la aplicación, nos quedamos con la consigna “construyamos el santuario”. Quizás no sea superfluo volver a destacar lo siguiente: se trata de una visión marcadamente sobrenatural de toda la historia de la Familia; historia que hemos ilustrado con la imagen de una procesión. La procesión se va deteniendo ante una serie de altares o estaciones. Y recién al final de cada estación se da la consigna: “Procedamus in pace in nomine Domine. Amen”.
Ante cada altar se lee el evangelio, se proclama la buena nueva; es siempre la buena nueva de nuestro misterio de Schoenstatt. Permanecemos fieles al mismo misterio central:”Toda nuestra peregrinación, toda la procesión, gira continuamente en torno a lo divino”. Volvamos a gravárnoslo hoy: entenderemos y abrazaremos Schoenstatt, e irradiaremos su atmósfera, en la medida en que nos arraiguemos en la realidad del mundo del más allá, del mundo sobrenatural. Y esa realidad sobrenatural se nos aparece en una forma concreta en nuestro santuario, contemplado en su valor específico y (lo que naturalmente reviste ahora mayor importancia), en la plenitud de su simbolismo.
Veamos la historia de Schoenstatt en el marco de la historia de la revolución, de la guerra, de Dachau: todo en ella ha girado siempre en torno del misterio de Schoenstatt, de la construcción del santuario. ……………….. “Procedamus in pace”. Procesión …… He aquí, por un lado, la actitud sobrenatural; y por otro, la interpretación de lo que hemos vivido en la etapa del tiempo del exilio, y que resumimos en la consigna: “Construyamos el santuario”. En tiempos de la primera prisión, el santuario original estuvo en el centro. Hoy (comprueben cómo Dios ha ido llenando con abundantes contenidos la idea “construcción del santuario”) están en el centro el santuario filial, el santuario hogar y el santuario del corazón.
(Texto tomado de las Conferencias de Roma (21.11. y 22.11.1965) y recogido en el capítulo 37 de Kentenich reader, Tomo 2: Estudiar al Fundador, Págs. 156 y ss)
Comentario
En nuestra “procesión” hacia el jubileo del año 2014 acabamos de iniciar el año de la corriente del Santuario. Pareciera que el Padre Fundador nos quiere recordar hoy también nuestra condición de peregrinos, y que en este caminar los schoenstattianos avanzamos hacia el Padre a través de una serie de altares o estaciones en nuestra vida, ya sea privada o comunitaria. En el sentir de toda la Familia se quiere hacer presente una vez más el valor del Santuario. El Padre Kentenich nos indica el camino: todo nuestro peregrinar, toda nuestra vida debe girar en torno a lo divino. Arraigarnos cada vez más en el mundo sobrenatural, ser hombres y mujeres “del más allá”, a eso nos invita el Santuario. No se trata sólo de construir físicamente nuestros santuarios, se trata en primer lugar de hacer que nuestros corazones lleguen a ser santuarios de la Santísima Trinidad. El Fundador quiere que en medio de nuestro mundo cultivemos una fuerte vinculación al Santuario para que seamos, en su fuerza, piedras vivas de ese templo que es la Iglesia. Nuestro “vivir en el Santuario” será una forma original y concreta de nuestro “caminar en y con Dios”. Agradecemos de todo corazón que el Santuario de Schoenstatt sea el centro de toda nuestra Familia, y para nosotros una fuerte indicación y camino seguro hacia lo divino.
En lo que atañe a la aplicación, nos quedamos con la consigna “construyamos el santuario”. Quizás no sea superfluo volver a destacar lo siguiente: se trata de una visión marcadamente sobrenatural de toda la historia de la Familia; historia que hemos ilustrado con la imagen de una procesión. La procesión se va deteniendo ante una serie de altares o estaciones. Y recién al final de cada estación se da la consigna: “Procedamus in pace in nomine Domine. Amen”.
Ante cada altar se lee el evangelio, se proclama la buena nueva; es siempre la buena nueva de nuestro misterio de Schoenstatt. Permanecemos fieles al mismo misterio central:”Toda nuestra peregrinación, toda la procesión, gira continuamente en torno a lo divino”. Volvamos a gravárnoslo hoy: entenderemos y abrazaremos Schoenstatt, e irradiaremos su atmósfera, en la medida en que nos arraiguemos en la realidad del mundo del más allá, del mundo sobrenatural. Y esa realidad sobrenatural se nos aparece en una forma concreta en nuestro santuario, contemplado en su valor específico y (lo que naturalmente reviste ahora mayor importancia), en la plenitud de su simbolismo.
Veamos la historia de Schoenstatt en el marco de la historia de la revolución, de la guerra, de Dachau: todo en ella ha girado siempre en torno del misterio de Schoenstatt, de la construcción del santuario. ……………….. “Procedamus in pace”. Procesión …… He aquí, por un lado, la actitud sobrenatural; y por otro, la interpretación de lo que hemos vivido en la etapa del tiempo del exilio, y que resumimos en la consigna: “Construyamos el santuario”. En tiempos de la primera prisión, el santuario original estuvo en el centro. Hoy (comprueben cómo Dios ha ido llenando con abundantes contenidos la idea “construcción del santuario”) están en el centro el santuario filial, el santuario hogar y el santuario del corazón.
(Texto tomado de las Conferencias de Roma (21.11. y 22.11.1965) y recogido en el capítulo 37 de Kentenich reader, Tomo 2: Estudiar al Fundador, Págs. 156 y ss)
Comentario
En nuestra “procesión” hacia el jubileo del año 2014 acabamos de iniciar el año de la corriente del Santuario. Pareciera que el Padre Fundador nos quiere recordar hoy también nuestra condición de peregrinos, y que en este caminar los schoenstattianos avanzamos hacia el Padre a través de una serie de altares o estaciones en nuestra vida, ya sea privada o comunitaria. En el sentir de toda la Familia se quiere hacer presente una vez más el valor del Santuario. El Padre Kentenich nos indica el camino: todo nuestro peregrinar, toda nuestra vida debe girar en torno a lo divino. Arraigarnos cada vez más en el mundo sobrenatural, ser hombres y mujeres “del más allá”, a eso nos invita el Santuario. No se trata sólo de construir físicamente nuestros santuarios, se trata en primer lugar de hacer que nuestros corazones lleguen a ser santuarios de la Santísima Trinidad. El Fundador quiere que en medio de nuestro mundo cultivemos una fuerte vinculación al Santuario para que seamos, en su fuerza, piedras vivas de ese templo que es la Iglesia. Nuestro “vivir en el Santuario” será una forma original y concreta de nuestro “caminar en y con Dios”. Agradecemos de todo corazón que el Santuario de Schoenstatt sea el centro de toda nuestra Familia, y para nosotros una fuerte indicación y camino seguro hacia lo divino.
miércoles, 12 de octubre de 2011
María, corazón de la Iglesia
Texto del Padre Fundador
Qué les pareció lo que dijimos en estos días: la Madre de Dios no es solamente un elemento decorativo en el orden de la redención; no, no; es cierto que Ella no es el centro, pero ¡está en el centro! ¿Saben ustedes qué significa esto? Hoy en día se está gestando un mundo que busca una unidad completa y en una forma tal que hasta ahora jamás ha existido. El mundo ha perdido la unidad en Dios y en Cristo. Las fuerzas elementales del infierno están trabajando para crear un mundo sin Dios. Existe una unidad del mundo que es demoníaca y una que es mariana. La unidad del mundo proveniente del demonio hace progresos enormes. ¿Qué significa esto? Lo que estamos experimentando actualmente es la última manifestación de un tremendo orgullo humano. Este orgullo del hombre ha rebasado los límites dos veces: una vez, con la construcción de la torre de Babel que relata la Biblia, la segunda vez, hoy en día. El mundo quiere volver a construir una torre, una torre de unión contra Dios, sin Dios. Podemos estar seguros de que Dios descenderá en el momento preciso para confundir las lenguas tal como lo hizo en aquel entonces cuando se construyó la primera gran torre. Frente a eso, nuestra misión seguirá siendo la de crear una unidad mariana, una unidad católica orgánica. ¿En qué consiste la unidad católica? En que los pueblos vuelvan a congregarse en torno a Cristo, Cabeza de la creación y en torno a la Madre de Dios, corazón de la creación y de la Iglesia.
(Tomado de la decimotercera conferencia de la “Jornada de Octubre 1950”, 19 de octubre de 1950; editada como manuscrito para la Familia de Schoenstatt por nuestras Hermanas de María, Nuevo Schoenstatt, Argentina, Pág. 275-276)
Comentario
La observación sobre los acontecimientos que nuestro Fundador hacía al principio de la década de los cincuenta del siglo pasado sigue teniendo una actualidad impresionante. Es cierto que el mundo que hoy se gesta, busca una unidad y uniformidad “tal que hasta ahora jamás ha existido”. Y la misma se hace conscientemente dejando a Dios y a Cristo fuera del acontecer del mundo. (Ahí está, como botón de muestra, la decisión revolucionaria de la televisión pública británica, la BBC, de no usar la fórmula usual de las fechas el ‘antes de Cristo’ y ‘después de Cristo’ por una menos religiosa de antes y después de la ‘era común’). El periódico de la Santa Sede lo comenta como “una hipocresía anti-histórica y sin sentido”. Hipocresía y actitud que nosotros experimentamos todos los días y en todos los ámbitos de nuestra sociedad moderna. Los hijos del Padre Kentenich estamos invitados a nadar contra corriente y a construir una unidad en Cristo y María. El Padre Kentenich estaba convencido que nuestro amor a la Santísima Virgen y nuestra vinculación de corazón con Ella tiene el carácter de un exorcismo. Porque Ella, la mujer vestida de sol, y su descendencia, nosotros, aplastaremos la cabeza al demonio. Nosotros somos miembros de Cristo y con El descendientes de la Madre de Dios. Debemos vivir la esperanza de que “la descendencia de Cristo en mí le aplastará la cabeza al demonio”. Es por eso que el Padre Fundador nos pide demos a María la posición que le corresponde en nuestros corazones y vivamos siempre en permanente dependencia y amor a Ella.
Qué les pareció lo que dijimos en estos días: la Madre de Dios no es solamente un elemento decorativo en el orden de la redención; no, no; es cierto que Ella no es el centro, pero ¡está en el centro! ¿Saben ustedes qué significa esto? Hoy en día se está gestando un mundo que busca una unidad completa y en una forma tal que hasta ahora jamás ha existido. El mundo ha perdido la unidad en Dios y en Cristo. Las fuerzas elementales del infierno están trabajando para crear un mundo sin Dios. Existe una unidad del mundo que es demoníaca y una que es mariana. La unidad del mundo proveniente del demonio hace progresos enormes. ¿Qué significa esto? Lo que estamos experimentando actualmente es la última manifestación de un tremendo orgullo humano. Este orgullo del hombre ha rebasado los límites dos veces: una vez, con la construcción de la torre de Babel que relata la Biblia, la segunda vez, hoy en día. El mundo quiere volver a construir una torre, una torre de unión contra Dios, sin Dios. Podemos estar seguros de que Dios descenderá en el momento preciso para confundir las lenguas tal como lo hizo en aquel entonces cuando se construyó la primera gran torre. Frente a eso, nuestra misión seguirá siendo la de crear una unidad mariana, una unidad católica orgánica. ¿En qué consiste la unidad católica? En que los pueblos vuelvan a congregarse en torno a Cristo, Cabeza de la creación y en torno a la Madre de Dios, corazón de la creación y de la Iglesia.
(Tomado de la decimotercera conferencia de la “Jornada de Octubre 1950”, 19 de octubre de 1950; editada como manuscrito para la Familia de Schoenstatt por nuestras Hermanas de María, Nuevo Schoenstatt, Argentina, Pág. 275-276)
Comentario
La observación sobre los acontecimientos que nuestro Fundador hacía al principio de la década de los cincuenta del siglo pasado sigue teniendo una actualidad impresionante. Es cierto que el mundo que hoy se gesta, busca una unidad y uniformidad “tal que hasta ahora jamás ha existido”. Y la misma se hace conscientemente dejando a Dios y a Cristo fuera del acontecer del mundo. (Ahí está, como botón de muestra, la decisión revolucionaria de la televisión pública británica, la BBC, de no usar la fórmula usual de las fechas el ‘antes de Cristo’ y ‘después de Cristo’ por una menos religiosa de antes y después de la ‘era común’). El periódico de la Santa Sede lo comenta como “una hipocresía anti-histórica y sin sentido”. Hipocresía y actitud que nosotros experimentamos todos los días y en todos los ámbitos de nuestra sociedad moderna. Los hijos del Padre Kentenich estamos invitados a nadar contra corriente y a construir una unidad en Cristo y María. El Padre Kentenich estaba convencido que nuestro amor a la Santísima Virgen y nuestra vinculación de corazón con Ella tiene el carácter de un exorcismo. Porque Ella, la mujer vestida de sol, y su descendencia, nosotros, aplastaremos la cabeza al demonio. Nosotros somos miembros de Cristo y con El descendientes de la Madre de Dios. Debemos vivir la esperanza de que “la descendencia de Cristo en mí le aplastará la cabeza al demonio”. Es por eso que el Padre Fundador nos pide demos a María la posición que le corresponde en nuestros corazones y vivamos siempre en permanente dependencia y amor a Ella.
miércoles, 5 de octubre de 2011
María, signo apocalíptico
Texto del Padre Fundador
Vivimos en un tiempo decididamente apocalíptico. Es algo que jamás debemos dejar de olvidar. Es útil y necesario no dejar de verlo, porque ahora vivimos nuevamente en una situación cómodamente burguesa. Es natural que la gran señal apocalíptica indique un gran tiempo apocalíptico. Nos sentimos impulsados a afirmar que probablemente no haya otra verdad, otro dogma mariano que muestre tan abiertamente a la Madre de Dios en el cielo del tiempo actual como signo apocalíptico como el dogma de la Asunción. Pues Ella fue recibida en el cielo y Ella misma resplandece como el gran signo apocalíptico. Por lo tanto no debemos engañarnos, no debemos equivocarnos al juzgar cuando se trata de analizar el tiempo actual, cuando se trata de analizar los poderes que actúan en la historia universal. ………. Les ruego que relean las alocuciones del Santo Padre (se refiere a Pio XII). En ellas insiste reiteradamente en que, en la actualidad, el demonio despliega todo su poder y su estrategia y se empeña por definir a su favor la situación. En abierta oposición aparece el gran signo, el gran poder antidiabólico. ¿Cuáles son las perspectivas de la lucha? Parece que hoy en día el demonio quiere dominar el mundo entero. Los cálculos humanos hacen temer que en un tiempo no muy lejano todo caiga víctima del colectivismo. Frente al demonio aparece el gran signo apocalíptico, la gran Vencedora de todas las batallas, como la llama el Santo Padre. …… ¡al final vencerá y triunfará, no obstante, el corazón de la Madre de Dios!
(Tomado de la primera conferencia de la “Jornada de Octubre 1950”, 16 de octubre de 1950; editada como manuscrito para la Familia de Schoenstatt por nuestras Hermanas de María, Nuevo Schoenstatt, Argentina, Págs. 37-38)
Comentario
Si invocamos a nuestra Madre y Reina del Cielo como “aurora de la mañana” es porque estamos convencidos de que pronto aparecerá en el firmamento el gran Sol que es Jesucristo. María es pues, según palabras de nuestro Padre Fundador, no sólo el signo apocalíptico en el tiempo actual sino que es además el gran signo de esperanza para los que miramos el futuro con preocupación. Es verdad que el mundo, particularmente Occidente, como decía el Padre Kentenich, “se está derrumbando porque ha abandonado y perdido su fundamento: Cristo.” Todos nosotros lo experimentamos y nos lamentamos a menudo de ello. Pero él estaba seguro, y así lo transmitía a sus hijos espirituales, que la Madre de Dios será la que devolverá a Cristo al tiempo actual. Ella, la que llevó consigo durante nueve meses al Hijo de Dios en su seno, será la que dará a luz de nuevo a Cristo en el futuro. Esta ha sido siempre su misión. El Padre Kentenich decía entonces que la Santísima Virgen quiere ser reconocida hoy conscientemente como "la gran Cristípara, la que trae a Cristo, y la que sirve a Cristo". María, el gran signo en el cielo, es por tanto un signo de esperanza. Nosotros, los hijos del Padre, que con nuestra alianza de amor nos comprometimos a ser apóstoles de María, “debemos esforzarnos por regalarle a la Madre de Dios al mundo, por consagrar las personas a la Madre de Dios.” Una devoción mariana que implica mostrar al mundo el Sol de Justicia que es Jesucristo.
Vivimos en un tiempo decididamente apocalíptico. Es algo que jamás debemos dejar de olvidar. Es útil y necesario no dejar de verlo, porque ahora vivimos nuevamente en una situación cómodamente burguesa. Es natural que la gran señal apocalíptica indique un gran tiempo apocalíptico. Nos sentimos impulsados a afirmar que probablemente no haya otra verdad, otro dogma mariano que muestre tan abiertamente a la Madre de Dios en el cielo del tiempo actual como signo apocalíptico como el dogma de la Asunción. Pues Ella fue recibida en el cielo y Ella misma resplandece como el gran signo apocalíptico. Por lo tanto no debemos engañarnos, no debemos equivocarnos al juzgar cuando se trata de analizar el tiempo actual, cuando se trata de analizar los poderes que actúan en la historia universal. ………. Les ruego que relean las alocuciones del Santo Padre (se refiere a Pio XII). En ellas insiste reiteradamente en que, en la actualidad, el demonio despliega todo su poder y su estrategia y se empeña por definir a su favor la situación. En abierta oposición aparece el gran signo, el gran poder antidiabólico. ¿Cuáles son las perspectivas de la lucha? Parece que hoy en día el demonio quiere dominar el mundo entero. Los cálculos humanos hacen temer que en un tiempo no muy lejano todo caiga víctima del colectivismo. Frente al demonio aparece el gran signo apocalíptico, la gran Vencedora de todas las batallas, como la llama el Santo Padre. …… ¡al final vencerá y triunfará, no obstante, el corazón de la Madre de Dios!
(Tomado de la primera conferencia de la “Jornada de Octubre 1950”, 16 de octubre de 1950; editada como manuscrito para la Familia de Schoenstatt por nuestras Hermanas de María, Nuevo Schoenstatt, Argentina, Págs. 37-38)
Comentario
Si invocamos a nuestra Madre y Reina del Cielo como “aurora de la mañana” es porque estamos convencidos de que pronto aparecerá en el firmamento el gran Sol que es Jesucristo. María es pues, según palabras de nuestro Padre Fundador, no sólo el signo apocalíptico en el tiempo actual sino que es además el gran signo de esperanza para los que miramos el futuro con preocupación. Es verdad que el mundo, particularmente Occidente, como decía el Padre Kentenich, “se está derrumbando porque ha abandonado y perdido su fundamento: Cristo.” Todos nosotros lo experimentamos y nos lamentamos a menudo de ello. Pero él estaba seguro, y así lo transmitía a sus hijos espirituales, que la Madre de Dios será la que devolverá a Cristo al tiempo actual. Ella, la que llevó consigo durante nueve meses al Hijo de Dios en su seno, será la que dará a luz de nuevo a Cristo en el futuro. Esta ha sido siempre su misión. El Padre Kentenich decía entonces que la Santísima Virgen quiere ser reconocida hoy conscientemente como "la gran Cristípara, la que trae a Cristo, y la que sirve a Cristo". María, el gran signo en el cielo, es por tanto un signo de esperanza. Nosotros, los hijos del Padre, que con nuestra alianza de amor nos comprometimos a ser apóstoles de María, “debemos esforzarnos por regalarle a la Madre de Dios al mundo, por consagrar las personas a la Madre de Dios.” Una devoción mariana que implica mostrar al mundo el Sol de Justicia que es Jesucristo.
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