miércoles, 15 de diciembre de 2010

María, maestra de vida


Texto del Padre

“Hay dos aspectos en el ensayo que quisiera ratificar con particular énfasis: La total soledad interior y la consecuente y completa crisis de contacto humano, y la interpretación que se hace de dicha soledad. Indudablemente existen muchos hombres cuya adolescencia presentó similares características. Examinando objetivamente el fenómeno, y comparándolo con otros casos, me parece que su grado, amplitud y duración adquirieron una magnitud extraordinaria. Posteriormente el sentido de ello habría de resultar fácilmente comprensible: En lo posible el alma había de quedar exenta de toda influencia ajena, particularmente de índole personal, para permanecer así abierta, con todas sus fibras, a la verdadera maestra de mi vida y su fuerza formadora y educadora. Me refiero a la Santísima Virgen. ……….. En la medida de lo posible quería depender y seguir dependiendo sólo de la Santísima Virgen. Naturalmente ella ha de ser vista aquí siempre como símbolo y en conexión con Jesús y con el Dios Trino.

En los años pasados, muchísimas veces me sentí como un anacoreta en medio de un yermo. Y sin embargo, siempre me vi unido a la Santísima Virgen en su calidad de gran maestra de mi vida interior y exterior. Desde que se fundó la Familia, mi constante propósito fue mantenerla en estrechísima unión con la Santísima Virgen.”

(Comentarios del Padre Kentenich al ensayo escrito por el Padre Alex Menningen sobre „Fundador y Fundación” [1960] – Ver: Kentenich READER, Tomo 1, Pág. 21 – Raíces de Schoenstatt en la infancia y juventud del P. Kentenich)


Comentario

El Padre Fundador nos comenta la soledad interior de su infancia y juventud. La Divina Providencia conduce a cada uno de nosotros de forma original, tiene siempre presente en ello la misión que nos va a encomendar. Las circunstancias que rodearon su hogar y su persona hacen nacer en el pequeño José el anhelo por una entrega total al mundo sobrenatural. Nuestro Padre hace con nueve años una consagración a la Santísima Virgen, que incidió de forma destacada en su vida. La Santísima Virgen María pasa a ocupar un lugar central en la vida del futuro sacerdote y a ser, de su mano, “la raíz de la cual brotó y se nutrió más tarde toda la espiritualidad de la Familia”. En la consagración de este niño a María se hallaba ya la semilla de toda la Obra de Schoenstatt. Amó personal e intensamente a la Santísima Virgen y quiso que sus hijos la amáramos también. En este mundo desgarrado, en donde la soledad interior campa por doquier y en donde la ausencia de vínculos es tan acusada, la figura de María adquiere una importancia singular. Ella es en su ser y misión el punto que mantiene al mundo en equilibrio, al encarnar y unir en su persona, como Madre de Dios, lo natural y lo sobrenatural de forma excelsa y original. “Desde ahora me felicitarán todas las generaciones porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mí.” (Lc 1, 46-55). El Padre Fundador temió en alguna ocasión porque en su Familia se debilitaba la raíz que le daba y le da la vida, el amor a María. El nos llama hoy a seguir alimentándonos de esta fuente que brota en el Santuario, la fuente de gracias que es la Madre de Jesús, y a hacer de Ella la maestra de nuestras vidas.

1 comentario:

  1. Gabriel J. Michelini21 de diciembre de 2010, 12:53

    Muy profundo y de agradable lectura que invita a la reflexión.
    Gracias por compartirlo.
    Gabriel J. Michelini

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