viernes, 21 de marzo de 2025

JESÚS ANUNCIA QUE DIOS ES PADRE

El mensaje de Cristo sobre Dios Padre

Jesús nos habla sobre su Padre, sobre el sentir paternal de su Padre. Ser padre y ser paternal no es lo mismo. ¡Cuántos padres desnaturalizados existen hoy! Pensemos, por ejemplo, en un padre alcohólico… Pues bien, Dios no puede ser así. En su caso, ser padre y tener un sentir paternal constituyen una sola realidad.

Escuchemos con atención lo que nos cuenta el Hijo sobre su Padre. Es la Buena Nueva de Jesús. Dios es nuestro Padre. Él viene a su pueblo elegido, a Israel. ¿Y qué imagen de Dios halla en él? El fariseísmo se había difundido ampliamente y quería destacarse a toda costa en el cumplimiento de la Ley. En alas de ese legalismo había creado nuevas leyes. Los judíos fueron modelando así un Dios que estuviese en consonancia con la imagen que ellos tenían de sí mismos.

¿Cómo concebían los judíos a su Dios en tiempos de Jesús? Como un Dios tan ligado a la Ley como ellos. Como si este Dios tuviese en el cielo su propio Sanedrín, y cavilase con él todo el día sobre la Ley, sobre lo que aún podía permitirse o no. Un Dios que observa con exactitud la Ley, que cumple con el sábado. En el cielo tiene además un Templo. Allí celebra su sábado con sus filacterias.

En la concepción que se tenía de Dios en tiempos del Señor no se había dejado ya lugar para la bondad divina. En el antiguo Dios judío hallamos todavía rasgos de bondad. Pero luego la imagen de Dios se fue anquilosando y pasó a ser figura de un severo Dios legislador y terrible. Y llega entonces Jesús, y enseña la noción de padre, si bien contemplando en el ser de Dios ese aspecto de seriedad y severidad. El concepto que Jesús tiene de Dios es simplemente el concepto de padre o bien una concepción fuertemente impregnada de la idea de la paternidad divina. «Nadie conoce bien al Hijo sino el Padre, ni al Padre lo conoce bien nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar» (Mt 11,27). Queremos conocer al Padre, por eso queremos ir a Jesús. Porque el concepto de Dios que tiene el Señor es sustancialmente un concepto de padre. De ahí que cuando Jesús habla de Dios, en su discurso encontramos casi continuamente el nombre padre.

Los israelitas comenzaban su oración diciendo: Señor, Dios de Israel, de Abraham, de Jacob, Dios todopoderoso, etc. Cristo nos enseña a orar: "Padre nuestro…" «Padre, yo les he dado a conocer tu nombre» (Jn 17,6). Así habla Jesús. ¿Qué nombre emplea entonces para dirigirse a Dios? El de padre. He aquí la Buena Nueva. Por eso, a la servidumbre del Antiguo Testamento, san Pablo le contrapone, y con énfasis, la filialidad del Nuevo Testamento. En efecto, "siervo de Yahveh" era el término del Antiguo Testamento que definía la relación del creyente con Dios.

Dios es nuestro Padre. He aquí —repito— la Buena Nueva. Y por eso Dios está colmado de un auténtico sentir paternal. Jesús habla sobre el Padre de una manera que contagia entusiasmo, al punto que uno de sus discípulos exclama: «Señor, muéstranos al Padre y nos basta» (Jn 14, 8).

¿Dónde pone de manifiesto el Padre su sentir paternal? En todo, simplemente en todo. Por eso no hace falta pedir nada, ya que él sabe lo que necesitan. Pidan y se les dará. Llamen y se les abrirá. ¿Qué hombre le dará una piedra a su hijo que le pida pan? Si ustedes, siendo malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más su Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que se las pidan…! (cf. Mt 6,32).

A la hora de referirse al Padre, Jesús sabe hacerlo con acentos poéticos, brindándonos una imagen muy distinta de Dios. Ya no se trata del Dios que sólo quiere leyes. Él es mi Padre y su paternidad no se ve perturbada por su justicia. Es justo y castiga a los pecadores porque ellos no se pliegan a sus designios paternales; él no premia ateniéndose con criterio rigorista a determinadas medidas o méritos, sino que da la recompensa plena, da el ciento por uno.

Dios quiere ser el Padre de todos, sin excepción. Y este concepto de Dios es muy distinto de aquél del judaísmo, tanto del judaísmo temprano como del tardío. He aquí la nota dominante de la religión de Jesús: entregarse filialmente al Padre, plegarse amorosamente a sus designios de Padre. Esta concepción de Dios habrá de transfigurar la cosmovisión humana.

Tomado de: "Gotteskindschaft", 1 de junio de 1922, págs. 17-18.

 

viernes, 14 de marzo de 2025

PEREGRINAR ES SUPERAR LAS DIFICULTADES DE LA VIDA

La peregrinación es la historia de nuestra vida, nuestro drama, ese drama que Dios protagoniza en nosotros, con nosotros y a través de nosotros. […] ¿Fue una peregrinación difícil la que hemos hecho? En parte, ustedes me dirán, presumiblemente: en su momento sentimos que era terriblemente difícil, pero ahora es casi como si lo hubiésemos olvidado todo. Ahora ya casi ni sabemos qué difícil fue todo. Primero tenemos que traerlo de nuevo reflexivamente a la memoria. […]

Desde luego, es un proceso de vida sumamente hermoso que hayamos crecido hasta adentrarnos tanto en el plan [de Dios], que hayamos intervenido de tal manera como actores o dejado que el Dios eterno haya sido protagonista en nosotros que, a posteriori, lo consideremos casi como evidente. Pero ahora creo poder decir que deberíamos llenar de contenido y regustar cada palabra, también las que provienen de las vivencias pasadas. Es decir, valdría la pena preguntarse: ¿Cómo fueron las dificultades que hasta ahora hemos podido superar en este drama? ¿Cómo fueron las dificultades que pesaron sobre nuestras espaldas como cargas tremendas? Sería realmente una pena que lleváramos o arrojáramos todo eso tan fácilmente al abismo del pasado. […]

Por eso: regustar esas dificultades no para quedarse enganchados en ellas, sino para ver en esas dificultades y detrás de ellas a Dios, para que, gustando, degustando y regustando las dificultades, experimentemos también al mismo tiempo toda la grandeza de la intervención divina. […] En efecto, nos hemos acostumbrado a regustar todos los acontecimientos y las vivencias del día que termina. […] ¿Por qué debemos regustarlo? Es siempre lo mismo: para descubrir en nuestra vida y en la vida de la familia el dedo de Dios, la mano de Dios, y besarla. […] ¿A qué Dios se hace aquí referencia? Al Dios que ha diseñado mi peregrinación como un plan, al Dios que ha ayudado a realizarlo y que, a través de esa peregrinación, ha querido guiarme, llevarme, conducirme a su propio corazón.

¿Perciben qué es lo importante para mí? […] Es siempre, siempre, siempre, la tarea central que creo haber recibido de Dios: anunciar en todas partes el Dios de la vida. ¿Se hace aquí referencia al Dios de la vida? ¡En verdad, eso está suficientemente claro! […]

Dios se ha mostrado grande y sabio en la guía, dirección y conducción de esa peregrinación. Él es el Dios de la vida. […] Él ha tenido siempre de alguna manera mi peregrinación en sus manos, él la ha planeado y ha peregrinado conmigo.

No quedarse enganchado, sino regresar a casa. ¿Por qué fue difícil la peregrinación? Vista más desde fuera, pudimos decir: De alguna manera, Dios nos ha enviado desde su corazón al mundo y quiere acogernos nuevamente en su corazón. Venimos del corazón de Dios como nuestra morada. Dios nos ha enviado al mundo, pero, peculiarmente, lo ha hecho de tal manera que debamos llevar con nosotros esa morada. Debemos llevar con nosotros a Dios como «morada», pero, en última instancia, de una forma inimaginable, él quiere hacernos entrar de nuevo en la morada eterna, en su propio corazón.

Ahora bien, a causa de la índole sensible, así como de la rotura de nuestra naturaleza, existe el peligro de que confundamos los hospedajes aquí en la tierra con el hogar primordial; de que tendamos a quedarnos pegados, a apegarnos a puestos y a personas. Debemos apegarnos, pero no esclavizarnos: ni a personas ni a cosas ni a cargos y cosas semejantes. Ahora bien, Dios es sabio. […] ¡Qué sabio es Dios! Él conoce nuestras debilidades, por eso hace su juego, pero un juego del desapego para ganar el juego de la vinculación. ¡El juego del desapego! Él me desapega, yo solo no puedo. Ahora ustedes tienen que ver la naturaleza rota que, en sí, tiene la tarea de, proviniendo del corazón de Dios, estar en el corazón de Dios y regresar al corazón de Dios. Creo que si ustedes lo toman de ese modo comprenderán las expresiones. Esa es nuestra tarea central. Resumiendo, entonces: Dios quiere facilitamos el no confundir las cosas terrenas, los bienes terrenos, las moradas terrenas, con el hogar eterno, con el Eterno, el Infinito. […] Lo que he dicho ahora con validez general tienen que aplicarlo ustedes a nuestras dificultades. Y preguntarse: ¿ha alcanzado Dios el objetivo?

J. Kentenich, 26.11.1965, en Rom-Vorträge, 108 ss.

 


viernes, 7 de marzo de 2025

LA VIDA, UNA PEREGRINACIÓN

1) La vida es una única gran peregrinación;

2) planeada por Dios, guiada por Dios y conducida hacia Dios. […]

3) La vida es una peregrinación en la que Dios se muestra infinitamente grande y sabio,

4) una peregrinación que Dios planea y lleva a cabo de forma totalmente original. […]

[Cristo dice:] «Salí del Padre y he venido al mundo; otra vez dejo el mundo y me voy al Padre» (Jn 16,28). Lo que él dice ahí de sí mismo significa, sin duda, lo mismo que «peregrinación». Por donde voy o donde estoy no tengo un hogar último. Aunque posea un terreno maravilloso, aunque experimente en mi entorno una atmósfera paradisíaca, el sentido de la vida no es permanecer aquí. Salí del Padre, vine al mundo, regreso al Padre. Regreso: es decir, no es aquí mi última meta. Piensen en el viejo patriarca: «Muchos han sido los años de mi peregrinación en la tierra, pero muy pecaminosos y pobres» (cf. Gn 47,9). El concepto de «peregrinación» es algo enormemente grande y significa para nosotros algo evidente. […]

Somos peregrinos. ¿Por qué ha cuidado Dios en su sabiduría de que la peregrinación se hiciese difícil? […] ¿Cómo fue el pasado? ¿Fue una peregrinación? ¿Conservamos [en aquel momento] la consciencia de que no debíamos apegarnos a la tierra, a las circunstancias, de que todo no es más que un paso, pero transitus Domini, paso del Señor?

¡Una peregrinación difícil! ¿Cuál es la intención profunda que Dios asocia a ello? Quien sepa qué rápido se esclaviza nuestro corazón creado, en última instancia, para lo más alto que pueda imaginarse, para el mismo Dios vivo sabrá que es difícil comportarse correctamente en esta peregrinación. Dios nuestro Señor sabe cómo es eso. Habiéndonos creado como seres sensitivos y colocado en un mundo sensible, sabe que, muy pronto, la vinculación [] se vuelve servil, que a menudo confundimos a la criatura con Dios, que nos colocamos nosotros mismos en el lugar de Dios, que nos vinculamos a nosotros mismos. Y a fin de facilitamos el reconocimiento de su intención cuida de que, si bien en las distintas estaciones de nuestra vida durante esta peregrinación las cosas pueden ser a menudo bien bonitas, se tornen difíciles cuando desde los más distintos frentes llegan dificultades tras dificultades.

Estas nos recuerdan siempre de nuevo: este no es tu último hogar. No debes quedarte enganchado aquí; Dios nuestro Señor llama. Del mismo modo como dijimos antes mediante la imagen de la procesión: Procedamus. Sigamos, sigamos, sigamos [caminando].

La última estación es siempre Dios, el eterno, el infinito. […] En definitiva, todo lo terreno, también todo amor puramente terreno, tiene que decepcionarnos. ¿Por qué? Hacia el hogar, hacia el Padre va el camino. Para que no olvidemos jamás que somos peregrinos.

J. Kentenich, 24.11.1965, en Rom-Vorträge, 85-94

 

¿Por qué peregrinar? [Al peregrinar] se abre paso con fuerza y de forma plástica una gran tendencia […]: ¡Fuera de las meras ideas! ¡Hacia lo vigoroso, lo vital, lo sacrificado!

Ya he insinuado un par de veces lo que hace ahora nuestra joven generación […] cuando pone en primer plano la peregrinación. ¡Una caminata tras otra! Muy rápidamente los pies están llagados. […] Viven pobremente, muchas veces de macarrones, algo de leche y pan.

Libres para Dios. Se trata de llegar a estar completamente libres para Dios. Y no podemos estarlo si no estamos vacíos de nosotros mismos: vacíos de la criatura y vacíos de nosotros. […] Permítanme que les cuente con qué reciedumbre se realiza aquí el camino de peregrinación a fin de recordarse a sí mismo y de recordarnos que la vida es un camino de peregrinación, un camino de sacrificio, que no tenemos aquí un lugar permanente.

Si lo tienen claro y después intentan averiguar intelectualmente qué impulsos primordiales de la naturaleza humana se están retomando, pienso que tendrían que decir lo siguiente:

En la peregrinación se retoman impulsos primordiales de la naturaleza humana

El impulso itinerante. En el hombre anida un impulso itinerante. En última instancia, es un itinerario que va desde Dios hacia Dios.

El impulso religioso. Tienen ustedes que escuchar cómo se hacen esas caminatas. Yo personalmente habría considerado casi imposible que sacerdotes modernos lo lograran. Están juntos en clave religiosa, y con toda alegría. De que nuestra religiosidad nos hace naturalmente alegres, de que nos hace nuevamente capaces de alegrarnos de verdad por pequeñas alegrías, estamos teniendo en estos días la prueba concluyente. […]

[Los peregrinos] se unen religiosamente no solo en la calle, sino también cuando rezan el rosario mientras peregrinan por Roma. […] También realizan constantemente la meditación juntos; cada uno tiene que presentar una meditación: expone lo que él mismo ha meditado. […] Muchas cosas no son solamente reflexión personal, sino que ellos se encienden mutuamente.

Ellos han intentado realizar por lo menos para ellos mismos un tipo totalmente nuevo de ejercicios espirituales. Ven la vida entera bajo el concepto de peregrinación. Rezan juntos como lo hacen los niños. Como he dicho, ¿dónde encuentran ustedes eso todavía hoy? Yo tampoco lo habría considerado posible. [] Sin duda, eso implica también peligros, pero ¿notan ustedes cómo, de ese modo, se capta y colma a la persona entera? Esto es naturalidad espontánea, vitalidad. []

El impulso comunitario. Esta vez había entre ellos un participante al que se consideraba hipercrítico. Primeramente, no quería tener nada que ver con ello, pero después se decidió a participar y, más tarde, se convirtió en el mayor panegirista de las peregrinaciones. Se sintió unido a los demás. Lo que antes trajo el movimiento juvenil ha revivido aquí de nuevo, solo que con un ropaje más fuertemente religioso.

J. Kentenich, 25.11.1965, en Rom-Vorträge, 88-92