miércoles, 13 de junio de 2012

Paternidad Divina


¡Dios es Padre! ¿Qué significa «Dios es Padre»?

Actitud paterna de Dios

Dios tiene una actitud paterna sumamente profunda, no sólo frente a la masa del pueblo sino también frente a los individuos. Pero esto tampoco es suficiente, sino que tiene una actitud paterna también frente a las cosas más insignificantes de cada individuo. ¡Escuchen la contraposición! ¡Qué efectos debe haber tenido en aquel tiempo, sobre el oscuro trasfondo de aquella época! Véanlo, por favor, en el Nuevo Testamento: ¡cuánto se esfuerza Jesús por llenar el concepto de padre con todo lo que puede contener! ¡Con cuánto amor, misericordia, fidelidad! Su palabra tiene siempre una sonoridad tan plena cuando habla de Dios Padre y de su actitud paterna, que no hay ninguna paternidad humana que pudiese compararse con la paternidad divina. ¡Si ustedes, seres humanos que se denominan padres, son buenos con sus hijos, cuánto más su Padre celestial! (véase Lc 11,13).

¡Y cuánto empeño pone Jesús en destacar, en todas partes y en forma fortísima, ese amor paterno de Dios, ese cuidado paterno frente a cada persona individual en las cosas más insignificantes! A veces pareciera como si quisiese violentar la justicia con tal de destacar en forma especial la misericordia del Padre. Basta con que pensemos en los obreros de la viña (Mt 10,1-6). Los últimos obreros reciben el mismo jornal que los primeros. ¿No es aparentemente una injusticia? ¿Qué quiere indicar? La bondad y misericordia de Dios. Pensamos en todas las otras parábolas. ¿Qué hace el Señor? Deja las noventa y nueve ovejas para ir en busca de una sola (Mt 18,12s). Y además ¡cuánto se esfuerza Jesús en presentar, una vez más, que el Padre hace brillar el sol en todas partes! (véase Mt 5,45). Y cuando se pone a describir el cuidado del Padre por el individuo con sus pequeños problemas y preocupaciones, utiliza las imágenes más poéticas, las palabras de mayor riqueza. Es una de las páginas más clásicas de la literatura universal. Habla de las aves del cielo, de los lirios del campo, que no siegan ni cosechan… ¡Cuánto más se ocupa de vosotros! (véase Mt 6,25ss)
¡Escúchenlo: se trata de un mensaje nuevo también para el tiempo actual! Así se encuentra ante nosotros esculpido en forma clarísima la actitud paterna del Padre. Pero esto todavía no es suficiente.

La paternidad divina, raíz de la actitud paterna de Dios

¿Cuál es la raíz de esa actitud? ¡Qué claro nos lo presenta la Sagrada Escritura! Es la paternidad real. Dios es realmente nuestro Padre, nosotros somos realmente sus hijos. ….. ¡La conciencia de que Dios es realmente nuestro Padre y, nosotros, realmente sus hijos! Videte, videte! (ved, ved!) qué amor nos ha tenido el Padre, que nos llamamos y somos sus hijos (véase 1Jn 3,1). Somos realmente hijos de Dios, por supuesto no sus hijos congénitos. Somos hijos de Dios: en efecto, tal como hemos expuesto extensamente en su momento, no hay en el orden natural ninguna realidad análoga que nos presente todo el sentido y contenido de esta condición de hijos sino que decimos paternidad adoptiva y filiación adoptiva. No obstante, esta expresión no acierta el núcleo porque el padre adoptivo sólo puede dar a su hijo algo exterior: su nombre y su patrimonio, pero nada de su naturaleza. En cambio, en nuestro caso, la filiación divina significa participación, comunicación de la vida divina por inhabitación. Participamos misteriosamente de la vida de Dios, de la vida del Padre.

No es mi tarea ofrecer aquí una prueba de todas estas realidades, tan necesarias para nuestro tiempo. Permítaseme sólo recordarlas a fin de pedirles que conquisten este mundo cuando prediquen, cuando hagan lectura espiritual. Ahí tienen nuestro tiempo. Jesús enseña con gran claridad que Dios es realmente nuestro Padre y que nosotros somos realmente sus hijos; y, en segundo lugar, que el Padre nos ama con un amor sumamente tierno y paternal.


(Tomado del libro "Las Fuentes de la Alegría", P. José Kentenich, Editorial Patris, Santiago/Chile, Págs. 260/262)


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