viernes, 3 de junio de 2022

ESPÍRITU SANTO, ERES EL ALMA DE MI ALMA

La oración que se transcribe a continuación la rezó el P Kentenich el día de Pentecostés de 1965 en la Iglesia de San Miguel en Milwaukee/USA, antes de la homilía. Es paráfrasis suya a una plegaria del Cardenal Mercier (1851-1926).

Está incluida en el libro “Hacia el Padre”, conjunto de oraciones escritas, según podemos leer en la edición española del mismo, en los años 1942 a 1945 por el fundador de Schoenstatt en el campo de concentración de Dachau, excepto el “Cántico de gratitud”, compuesto en la prisión de Coblenza.

La forma de verso no deriva de una opción estética. Es una forma de disfrazar un contenido cuya urgencia moral resultaba peligrosa en esa época. Sus estrofas fueron un modo de precaverse cuando las apretadas páginas, dictadas clandestinamente, debían burlar la vigilancia de los guardias del campo de concentración para llegar a sus destinatarios.

El valor histórico de estas oraciones proviene del contexto existencial en que nacieron: un ambiente inhumano, que el Padre Kentenich describió como “una ciudad de muerte, de locos y de esclavos”. Por ello se puede afirmar que es éste un documento de la victoria del Espíritu Santo y de su acción transformadora.

El “Hacia el Padre” es un panorama nítido del espíritu que el Fundador transmitió a los miembros de la Familia de Schoenstatt y que él mismo encarnó preclaramente.

La obra posee además un valor intrínseco. Constituye un manual de oración, meditación y estudio, que contiene la “quintaesencia” de la espiritualidad de Schoenstatt: Con María, por Cristo en el Espíritu Santo hacia el Padre.

En repetidas ocasiones el Padre Kentenich señaló el lugar eminente y único de esta obra dentro del conjunto de todos sus escritos: la llamó su Carta Magna.

 

El texto de la oración al Espíritu Santo es el siguiente:   

Espíritu Santo,
eres el alma de mi alma.
Te adoro humildemente.
Ilumíname, fortifícame,
guíame, consuélame.
Y en cuanto corresponde al plan
del eterno Padre Dios
revélame tus deseos.

 
Dame a conocer
lo que el Amor eterno desea de mí.
Dame a conocer lo que debo realizar.
Dame a conocer lo que debo sufrir.
Dame a conocer lo que, silencioso,
con modestia y en oración,
debo aceptar, cargar, y soportar.

Sí, Espíritu Santo,
dame a conocer tu voluntad
y la voluntad del Padre.
Pues toda mi vida
no quiere ser otra cosa,
que un continuado y perpetuo Sí
a los deseos y querer
del eterno Padre Dios. Amén