viernes, 17 de mayo de 2024

PROMOVER LA VIDA

Promover la vida en una comunidad.

La vida que hay en mí debe pasar a través de la vida de todos aquellos […] por los que he de trabajar. Pero esa corriente de vida se alimenta a su vez por la vida de quienes están en mi comunidad. La corriente que parte de mí recoge la corriente que está en cada individuo. Y la corriente continúa de persona a persona, regresa nuevamente a mí y sigue circulando más y más. […]

Este debería ser, en sí, el sentido de nuestra educación a la comunidad: que realmente dejáramos circular una corriente de vida a través de nosotros y nos dejáramos llevar por ella, pero también que pudiésemos ayudar a crear la corriente de vida. […] La corriente que hay entre nosotros tiene que fluir, seguir fluyendo.

J. Kentenich, 1963, en Ein Durchblick in Texten, t. 5, 342

Las tensiones forman parte de la vida.

Donde verdaderamente reina la vida, hay constantes tensiones, hay una alternancia de pleamar y bajamar. Podrá ser también que, a veces, las olas echen espuma por encima de la orilla. Siempre ha sido así entre nosotros, y siempre seguirá siendo de ese modo.

Por eso hablamos no solamente de pedagogía de movimiento, sino también de pedagogía de confianza. La pedagogía de movimiento conduce por el camino del movimiento a fines claramente reconocidos. La pedagogía de confianza deja intencionalmente las riendas sueltas incluso cuando el oleaje se encrespa. Se apoya y confía no solamente en lo bueno que hay en el ser humano y en la ley de tensiones en la comunidad, sino también en la misericordiosa conducción de Dios. Por cierto, tiene constantemente a la vista la situación, pero se mantiene gustosa en segundo plano y solo interviene cuando resulta necesario y provechoso. […]

J. Kentenich, 1963, en Ein Durchblick in Texten, t. 5, 350

Gestión de conflictos, teoría de las crisis.

Ese es precisamente el fin de la pedagogía de movimiento: impulsar a decisiones a través de crisis surgidas espontáneamente o suscitadas intencionalmente. Muchas veces, tales «crisis» son tanto una expresión y como un medio para alcanzar la independencia de juicio, de vida y de acción.

El socialismo y el comunismo han incorporado cuidadosamente a su manera esta teoría de las crisis. Si no nos apropiamos lentamente de lo valioso que hay en ellas, estamos llevando a nuestros seguidores a los tiempos futuros sin que estén completamente pertrechados. Nuestro camino estará signado por ruinas.

J. Kentenich, 1963, en Ein Durchblick in Texten, t. 5, 352 s.

Percibir la vida.

Las jornadas que he dado no las di nunca a partir de mí mismo. Fueron siempre respuestas a problemas que, en parte, habían sido solucionados uno por uno en la dirección espiritual, en círculos más bien reducidos. […]

Lo que antes lo hacía uno solo, ustedes deberán hacerlo después como equipo. Preguntarse: ¿qué corrientes hay actualmente? Si no saben hacerlo o no lo hacen, pasado mañana tendrán aquí un grupo humano leñoso, pétreo.

J. Kentenich, 1963, en Ein Durchblick in Texten, t. 5, 345 s.

Conducir desde la vida.

Hemos crecido lentamente, y en cada momento las conferencias daban respuesta a la problemática que llevábamos en nosotros. […] El programa reza: no solo pedagogía a partir de la teoría, sino a partir del ser humano. Ya he dicho a menudo que tengo mucho espacio in mente, es decir, que debo mantener todas estas grandes verdades in mente. Pero lo que dejo gotear hacia fuera debo adaptarlo a los oyentes. Esta es la pieza de maestría del pedagogo, del educador, del maestro. Por supuesto, en ello reside el peligro de que nosotros mismos permanezcamos siempre abajo. Nosotros tenemos que crecer siempre hacia lo alto. Lo que dejo gotear hacia fuera debe ser adaptado. Eso es difícil.

J. Kentenich, 1963, en Ein Durchblick in Texten, t. 5, 337 s.

Dejar que la vida nos señale la dirección.

Podemos dejar que la vida nos señale la dirección, pero no debemos dejarnos desconcertar por la vida, sino reducir todo lo que ella dice a una gran idea.

J. Kentenich, 1963, en Ein Durchblick in Texten, t. 5, 357

 

viernes, 10 de mayo de 2024

TRANSMITIR EL FUEGO

Cuando el propio corazón se ha encendido hay que encender a otros: eso es ser apóstol.

Pentecostés nos da la fuerza para la misión


Nuestra mirada se detiene con mucho gusto en la consideración del cenáculo. […] En nuestros oídos y en nuestro corazón resuena el mandato: retiraos al cenáculo y esperad hasta que el Espíritu Santo venga desde lo alto. Él os dará la fuerza para salir al mundo y dar testimonio. (….) Así, cada vez que nos reunimos se renueva la situación de Pentecostés. (….)

Es así como nos envuelve el soplo del espíritu del cristianismo primitivo, pero también la misión del cristianismo primitivo: dar testimonio, salir al mundo a fin de dar testimonio de Cristo en todas partes donde tengamos ocasión de hacerlo, a fin de conducir el mundo de forma silenciosa y meditativa pero enérgica, valiente y exitosa hacia Dios, hacia Cristo.

Por eso nos alegramos. Y ahora queremos reflexionar juntos preguntándonos de dónde recibió el cristianismo primitivo sus elementales fuerzas para dar testimonio de Cristo. Pentecostés, el viento huracanado de Pentecostés, la gracia de Pentecostés vino sobre todos ellos. Pentecostés se ha renovado en nosotros y se renovará en nosotros constantemente.

 

J. Kentenich, 1934, en

einst ein heiliges, gesegnetes Land – Friedrichroda 2, 10-12

 

Ser testigos vivos

Por la profundidad de nuestra transformación ser los testigos vivos de Cristo. Si se me concede actuar en la educación, es preciso que me convierta en una maestra o un maestro ideal a través de la palabra y de la acción. En general es importante ser competentes en nuestra profesión. Nuestra Familia es un movimiento de educadores y de educación: todos tenemos que ser de alguna manera educadoras o educadores, cada uno en su lugar, cada uno en su modalidad.


Fracaso e ingratitud. ¿Qué hacer entonces?

 

Después, es posible que yo también me vea sorprendido por la tempestad de la persecución, del fracaso, de la ingratitud, del rechazo. La tempestad podrá tener esta o aquella forma: nuestra actividad apostólica, nuestro testimonio, nuestro trabajo, nuestro ser para Cristo tiene que enfrentar y enfrentará muchos impedimentos y dificultades. ¿No vemos también cómo el Salvador quiere documentarnos en la tempestad sobre el mar un símbolo de nuestras propias dificultades y persecuciones? ¿Cómo debemos comportarnos en todas esas dificultades? ¿Cómo hemos de darnos en nuestra actividad apostólica?

Si tenemos en plenitud el espíritu del cristianismo primitivo es preciso que tengamos presentes tres líneas: tenemos que fecundar nuestra acción a través del silencio, de la paciencia amorosa y de un profundo espíritu de oración.

 

 Acción a través del silencio

Cristo, cuyo modelo incide de forma transformadora en nuestra vida, guarda silencio. Una cierta serenidad interior reposa sobre él. […] En el cristianismo primitivo se afirma una y otra vez que se admiraban, que un santo estremecimiento atravesaba las masas cuando notaban que en el cristianismo primitivo actuaba una fuerza divina. Hay que sentirlo: Allí hay alguien que está sostenido por una fuerza divina. El silencio ayuda a conjurar la tempestad sobre el mar. […] Las personas que intervienen con liderazgo en la historia universal tendrán que educarse cada vez más a guardar un silencio grande y desinteresado.

Acción a través de la paciencia

Los que se encuentran en medio de la vida cotidiana pueden experimentar cada día más qué poca es la receptividad religiosa existente. Aunque aquí y allá algunas personas reciben más rápidamente las semillas ¡qué pronto se las ha llevado el viento! Tan grande nos parecerá entonces aquello en lo que creemos: que, a pesar de esta corriente enervante y centrífuga, tenemos la tarea de regalarle de nuevo al mundo el cristianismo. Para ello necesitamos una paciencia divina. Junto a la silenciosa soledad tienen que tener como equipamiento esencial para el pensar y actuar apostólicos esta incansable paciencia. Pero esa paciencia no podemos adquirirla si no nos sumergimos día tras día de nuevo en lo divino, si no nos incorporamos día tras día de nuevo a Cristo. ¡Qué paciencia tuvo que tener él con sus apóstoles! ¡Qué paciencia tiene que tener con nosotros! Esta paciencia divina tiene que ser el objeto esencial de nuestro equipamiento.

Acción a través de la oración

El espíritu de oración es unión a solas con Dios. Tenemos que sentirnos totalmente unidos con Dios. Sin este trato constante con Dios es impensable que podamos corresponder aunque solo sea en alguna medida a nuestra tarea en un tiempo tan difícil. Si Dios no lo hace todo a través de nosotros, si él no glorifica nuestra impotencia por su omnipotencia, si esa fuerza divina no es traída siempre de nuevo desde el cielo, entonces nuestra fe es imaginación. Nosotros no creemos ni confiamos en nuestras cualidades naturales: en ese caso, deberíamos rendir las armas. Si salimos al mundo con un audaz espíritu de fe a fin de realizar con profundidad nuestra tarea es porque creemos con sencillez que la omnipotencia de Dios es glorificada a través de nuestra impotencia. 

J. Kentenich, 1934, en

einst ein heiliges, gesegnetes Land – Friedrichroda 2, 32 ss.

  

viernes, 3 de mayo de 2024

DAR TESTIMONIO

Las familias de Milwaukee con las que el P. Kentenich se reunía regularmente los lunes por la tarde habían ofrecido una velada introductoria sobre la espiritualidad de Schoenstatt. El P. Kentenich habla al respecto al comienzo de su conferencia.

No sé si ya habrán reflexionado cómo fueron las cosas ayer por la tarde. ¿Están contentos consigo mismos? Verán, si se quiere formular un juicio sobre un acto de esa índole se pregunta, en primer lugar, a qué se aspiraba, qué se quería, cuál era el objetivo.

Aquello a lo que aspirábamos era un primer encuentro de los oyentes con Schoenstatt y, por eso, ustedes se habían predispuesto a dar simplemente un vistazo amplio y general sobre Schoenstatt, una panorámica. Está claro: tienen que presuponer que nadie lo ha comprendido por completo. Tampoco deberían esperar tal cosa. Todos y cada uno se llevaron consigo algo. (….)

O sea, el éxito para los oyentes estuvo bien. ¿En qué medida? Primero, recibieron un vistazo general. ¿Saben qué es aquello de lo que yo mismo más esperaba? De su valentía personal para profesar sus propias convicciones. Ustedes hicieron tal profesión. Antes les dije ya a menudo que el hombre actual reconoce una única Biblia: no la Biblia escrita, sino la Biblia vivida. Así fue también en su caso: ustedes profesaron vitalmente su convicción sobre Schoenstatt, y eso tiene hoy más efectos que sabe Dios qué discurso entusiasta.

           

Dejar abierto el «grifo del agua»

 

¿Y el éxito para ustedes? Primero, ustedes mismos aclararon sus pensamientos y su discurso; y, segundo, abrieron el “grifo del agua”. ¿Qué significa eso? Que, por iniciativa propia, superaron todas sus inhibiciones e intentaron expresar con palabras lo que interiormente consideran correcto.

Ahora solo tienen que procurar que el grifo no sea cerrado nuevamente. Esto fue (solamente) el comienzo. Fue solamente la “a” del abecedario. Y ahora tiene que seguir el resto de las letras, ¿no?

O sea, en resumen: pienso que estuvo bien así. Tienen que estar bien agradecidos, y eso especialmente en este tiempo, en que celebramos Pentecostés, o sea, en que el Espíritu Santo ha venido sobre nosotros. Ahora solo tienen que pensar cómo quieren continuar después.

 

Las decepciones forman parte del juego

 

Desde luego, han tenido decepciones: gente que habían invitado no acudió a la cita. ¡Yo invité a cinco matrimonios y no vino ninguno! Es así como debe ser. El pan de cada día tiene que ser la decepción. No tienen por qué tener sabe Dios cuánto éxito de inmediato. Es así: el hombre moderno, el hombre del trabajo, quiere ver siempre el éxito.

Pienso que con lo dicho, con ese éxito, deberíamos estar muy contentos. Quizá alguno tienen algo que preguntar. El Sr. Day dijo ya que no salió bien, que vio ojos apagados. Es que era un lenguaje extraño, ¿no? Si hubiesen hablado de política o de la creación de empleo, eso habría estado mejor.

Pienso que, por ese motivo, nosotros, por nuestra parte, deberíamos seguir trabajando de nuevo con valentía y empaparnos cada vez más profundamente de nuestro mundo.

 

J. Kentenich, 26 de mayo de 1958, en Am Montagabend, t. 9, 109 ss.